De la muerte y cuando se te sube

De chico salía mucho con mi padre al campo. Uno de esos lugares que visitábamos muy seguido era cerca de Zumpango. Un rancho. En estos lugares los panteones los colocan lejos del pueblo.

Casi siempre comíamos en un árbol que estaba a unos metros del panteón. Un día algo se voló al panteón y nadie quería entrar, (tendríamos unos 6 o 7 años), y pues como el más menso siempre soy yo, me ofrecí.

Y ahí estaba yo buscando y buscando, teniendo cuidado con las tumbas, cruces, flores, lápidas, empecé a observar todas esas tumbas, ese extraño silencio combinado con todas las flores que tenían, me perdí en mis pensamientos y caminé hacia atrás, pensando; de pronto sentí como que el corazón latía y crecía y llenaba todo mi pecho, las piernas se me paralizaron y no podía voltear a ningún lado, (esto fue como en un segundo), reaccioné y me di cuenta que estaba encima de una tumba; di un brinco, vi la pelota, y salí corriendo.

Nunca le dije a nadie, pero ese sentimiento nunca se me va a olvidar, es como cuando “se te sube el muerto” y no puedes moverte al despertar, pero aquí, yo me subí en el muerto.