No pienso nunca en el futuro porque llega muy pronto

-Albert Einstein

Primer día del año, felicidades a todos los que pasan por aquí.

Es difícil empezar, pero vamos...

Cuatro días bastaron para que regresara mi paciencia, concentración y sobre todo despejar la mente y la nariz de ese polvito que se forma por las hojas secas que abundan por aquí en Coyoacán, son tan molidas por los coches que vuela el polvillo y algunos somos algo así como alérgicos; estos días que estuve fuera no tuve ningún problema respiratorio, pero apenas un día bastó para que regresaran esa molestia; las hojas se terminarán cayendo todas, molidas, y las respiraremos, y estornudaremos, pero es pasajero.

Bastaba estar allí para curarse del cansancio, el miedo y la melancolía.

De mi vacación, bueno, que les puedo decir, cuando eres recibido unos kilómetros antes de llegar por millones de mariposas monarca que viven en esas zonas en estas épocas del año, después llegar a un lugar que tiene tantos recuerdos, pero no me quedé mucho tiempo en valle, subí al cerro en cuanto llegué, no había nadie mas en el campamento, estaba solo; hasta el segundo día que llegó una familia muy ruidosa, se instalaron a unos 50 metros de donde yo. El tercer día bajé a comprar comida y unas cervezas, desayuné por ahí, fui a saludar al señor de la nevería. Un rato estuve con él y regresé al campamento, una hora de camino me esperaba, de subida y no es agradable subir cuando el sol pega con todo, aunque es invierno y el viento es frío.
No hizo tanto frío como esperaba, podía dormir afuera hasta que la luna ya no estaba en el cenit, aunque cuando esto sucedía estaba muy cansado y mejor me metía a dormir, esto era como a las 2 o 3 de la mañana; esta luna creciente que iluminaba todo y no dejaba ver las estrellas, y en las madrugadas una tenue neblina cubre valle y tampoco permite ver esas lucecitas de otros días.
En fin, creo que ya fue mucho, mejor vean las fotos, aunque no tomé muchas, eso de la contemplación me atrapa y cuando me daba cuenta ya era de noche o me quedaba tirado por horas viendo el cielo, a los voladores y los pájaros azules, que, ellos también me veían.