El jardín de mi casa es muy pequeño, bueno, ahora podría decir que es mas huerto que jardín, mi madre plantó unos arbolitos que dan unos chiles amarillos y rojos. Antes yo tenía unos árboles de café, algún tiempo vendí las plantitas pero dejé de hacerlo, la gente se quejaba de que se les moría, no entiendo cómo, a mi se me daban como mala hierba, tenía como 30 en el jardín y ya no sabía qué hacer con ellas, hasta que mi mamá dijo ya no más y tomó posesión del jardín. Muchas veces mi hermano y yo lo destrozamos completamente haciendo nuestras presas y caminos, enterrando juguetes y desenterrándolos meses después, como perros enterrando huesos para épocas en que no hubiera. Así éramos nosotros, guardábamos cosas ahí, hacíamos hoyos, los llenábamos de agua y luego los tapábamos.
Ahora sólo está el pobre pasto que le cuesta crecer y esos árboles de chiles.
En la mañana me acosté en la hamaca pende de ahí. Tomando mi café y leyendo el periódico del sábado, siempre leo el pasado, el tiempo no alcanza para el presente y los minutos se acumulan como el papel sobre mi cama, aunque no esté ahí sigue pesando.
Mientras yo tomaba la sombra, los gatos de los vecinos tomaban el sol. No les importaba que yo estuviera ahí, no me importó que estuvieran ahí, nos mirábamos con los ojos entreabiertos, y los volvíamos a cerrar, hasta que algo me picó en la nariz y estornudé dos veces, el gato grande volteó, abrió esos enormes ojos azules y me miró sin moverse, como si estuviera muy enojado por interrumpir su paz. Yo lo miré también fijamente, hipnotizado por esos ojos azules.
Nadie parpadeó.
Luego se fue.
2 comentarios:
Buena tarde, ¿no?
El gato paracaidista de mi casa es colimocho... dice mi papá que fue Nova. Yo la veo tan ciega que lo dudo.
Ese no me ve, ese sólo me chilla.
(El verificador me puso sticat)
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