El viernes será el último día

En 1947 mi tío abuelo, por el cual llevo mi nombre puso un negocio. Tiempo después mi abuelo dejó sus negocios de panaderías y camiserías y se fue con mi tío. Primero estuvieron en el centro, varios años, hasta que por una tranza corrieron a mi abuelo del local, mi tío había muerto unos años antes.
Llevaron las cosas a casa de mis abuelos, puso un local, en Lindavista, y ahí estuvo trabajando mi abuelo hasta los ochenta y tantos.
Mi padre de vez en cuando le ayudaba y un día compró más equipo, y de hobbie puso otro local. El hobbie se convirtió en buen negocio y se dedicó a eso y otras cosas.
Los clientes de mi abuelo siguieron comprando, luego los hijos de los clientes, y nietos.
Desde que tengo uso de razón (es un decir) vi pasar gente, conocerla, platicar, regresan, algunos cada semana, otros cada mes.
Como a los 12 o 13 me mandaban al centro a repartir a los restaurantes, sobre todo españoles, lástima que a mi no me invitaban, porque cuando iba mi padre siempre lo invitaban a comer, saludaba a los de la cocina y le hacían algo especial.
Me cuentan que cuando tenían el negocio en el centro tenían un repartidor, iba en bici, pero podía cargar hasta 40 kilos en la bici y se iba a repartir por toda la ciudad, un señor, estudiaba derecho en la noche. Hasta que un día se tituló y dejó de repartir. Decían que era impresionante verlo cargar todo en la bici.

Pero todo cambia.

Nunca he dicho nada de ese lugar aquí, como tal, tal vez algunas veces con el nombre clave de 'la oficina', pero nunca dije nada de el.
La mayoría ya sabe, porque me conoce, pero para los que no, de lo que hablo es de un café. Un molino y tostador. No decía nada por privacidad, ya doy muchos datos de dónde ando y qué hago, pero eso ya era demasiado, y hay gente loca por ahí, pero ahora ya no importa.
Ahora podré contar historias de toda mi vida en ese lugar.
Pero después.

Todo cambia.

Los restaurantes fueron comprados por empresas gringas, conservan su nombre pero te dejan de comprar, traen todo de otros países, menor calidad, pero más barato.
Llegó Starbucks, increíblemente la gente va y compra café malo, importado y extremadamente caro. Pero se queja del gobierno corrupto, de los polis corruptos y de toda la mierda que tenemos de país. Pero toma su café en Starbucks.
Mis amigos me preguntan mi opinión al respecto. No me importa, no les digo que no compren ahí, está bien. Algún día algunos aprenderán algo sobre café y dejarán de ir a esos lugares, con esos pocos será suficiente.
Sumemos "crisis", paranoia y basura de gobierno. Las ventas bajan y apenas subsistes.

Hasta que te cortan la cabeza.

Después de casi 20 años de estar en un lugar, un día llegan y te dicen que no renovarán el contrato, que tienes que desalojar el local.
Creen que podrán meter a alguien más que pague más renta y los haga más ricos de lo que ya son, y por ahí hay algo peor, pero eso no lo puedo decir por respeto.

Una disculpa a mis amigos por no avisarles antes, debí haberlo hecho, pero no quería verlo, no quería saberlo. Estoy triste. Y los clientes también. Muchos han ido a buscar otros lugares, llegan con la dirección y los datos, piden que por favor no nos vayamos. Aquellos clientes viejos de mi abuelo, sus hijos, nietos, todos sienten.

Mi padre está triste. Y decepcionado. Desde hace mucho se decepcionó de muchas cosas, una de ellas era su negocio, que poco a poco dejaba de ser negocio por más que le buscaba. Pero era algo.
Ahora busca otro lugar, pero si no es un buen lugar no lo pone. Seguirá tostando y tomando pedidos por teléfono, pero no será lo mismo. No se cuánto aguante así, pero sabe que no será mucho.

El viernes será el último día.