... pensé en hacerme a la mar por una temporada, a ver la parte líquida del mundo. Es mi forma de hacer desaparecer la melancolía. Cada vez que me sorprendo haciendo una mueca amarga con la boca; cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes, y particularmente cuando la hipocondría me domina de tal forma que necesito de fuertes principios éticos para no lanzarme a la calle a quitarle a golpes, metódicamente, los sombreros a la gente... entonces, ya se'que ha llegado la hora de embarcarme en cuanto pueda.
Capítulo I.
Moby Dick
Herman Melville
Cuando te cuentan tanto de alguna cosa ya no sabes qué esperar cuando te toque. Esperé algún tiempo para que me tocara poder subirme al buque, y puedo decir, después de haber esperado tanto y escuchado tanto, que todo lo que decían era verdad, o tal vez no.
En el mar nunca nada es igual. Desde que subes todo se mueve y no se detendrá hasta que pongas los pies de nuevo en el muelle. Y sientas más extraño aún que cuando te subiste al barco. ¿Porqué se siente más raro cuando te bajas que cuando te subes, si toda la vida has estado en el piso?
El mar nunca se detiene, las olas nunca se detienen, el viento nunca se detiene, los motores nunca se detienen, las computadoras nunca se apagan, el horizonte no tiene fin y las estrellas no se pueden contar.
Nunca había visto tantos tonos de azul entre parpadeo y parpadeo, cambiando a tonos de amarillo, naranja y rojo en la tarde, o a los lilas y rosas de la mañana. Vi todos los atardeceres y amaneceres en los días que ahí estuve, tal vez me quemé un poco más los ojos por querer ver al sol, tal vez me quemé un poco mas los sesos por querer pensar tanto sólo ahí sentado en la proa, lugar al que nadie iba, ni los albatros que habitaban de noche las antenas y cagaban con precisión de bombardero pegándole a los que osaban tratar de quitarlas de la cofa, a ellos no les importaba que en el programa del registro de la batimetría pareciera que estábamos dando vueltas sobre el mismo punto, sólo querían descansar de haber volado todo el día.
En toda mi vida no había comido tantos dulces, pudo tener algo que ver con la espuma azul que vi cierta noche cuando el buque rompía las olas, creando formas galácticas en un instante que después desaparecían en la estela que quedaba atrás.
Ahí los días de verdad duran 24 horas, descansas cuando lo necesitas, trabajas cuando te toca y comes a toda hora, pero nada se detiene.